Este solo es un relato corto, de los que suelen venir a la cabeza cuando se esta en los trancones de la ciudad.
Hdo-SS
El atardecer había sido rápido, una despejada noche sin nubes se mostraba tachonada de luces y auguraba un descanso tranquilo a los habitantes del pequeño pueblo.
Curioso, un joven miraba al cielo haciéndose una multitud de preguntas que tal vez nunca serían contestadas. Poco a poco las ventanas se iban apagando; dejando el lugar solo con la débil y blanquecina luminosidad que proveía la noche, al rato solo quedaba una luz encendida.
- Apaga ya esa luz – gritó enérgica una voz desde la planta baja.
- Si Papá –
El joven apagó la luz pero aún se quedó despierto, hacía algo de frío pero el continuaba con la ventana abierta de par en par mirando al infinito. Abrigado con una manta sobre sus hombros y recostado de brazos en el borde de la ventana, se imaginaba como las luces se unían en formas diferentes si las conectaba con imaginarias líneas. “Esa de allá parece un cántaro… aquella es la silla de mi escuela… y esa otra la fruta de un…”
Sus pensamientos se detuvieron de inmediato al ver como una luz, más brillante que las otras se movía con rapidez por el firmamento. La siguió con la vista hasta que se perdió más allá en el horizonte tras las montañas. Más preguntas se le agolparon de repente en la cabeza, pero después de un rato de no hallar respuestas, el sueño lo venció y decidió acostarse.
A la mañana siguiente, la familia estaba desayunando antes de que cada uno tomara rumbo a sus tareas matutinas. El Padre, fornido y de ceño permanentemente fruncido era minero de profesión, siempre cansado de su extenuante labor poco hablaba y compartía con sus hijos, él llevaba comida a la mesa y eso era más que suficiente. La Madre, con una sonrisa siempre en el rostro se dedicaba al quehacer del hogar y a cuidar un pequeño huerto en el patio trasero de donde sacaba algunas cosas para comer. Dos hijos completaban la familia, una pequeña niña que apenas gateaba y el soñador joven que miraba al cielo nocturno.
- ¿Papá… que hay más allá de las luces? – preguntó. Él Padre lo miró con ojos cansados.
- No me interesa lo que hay allá arriba, me importa lo que hay aquí abajo que es lo que nos da de comer, y ya casi ni eso. – La Madre miró a su esposo con un signo de reprobación, y le contestó a su hijo.
- Quien lo provee todo… pero, aun eres muy joven para entenderlo, ¿Porque preguntas?
- Es que anoche… - titubeo un momento – vi una luz que era más brillante que las demás y se movía. Me gustaría saber que era.
- Deja de pensar en tonterías… – El Padre se levantó algo disgustado – más bien dedícate a estudiar. Espero que algún día seas algo más de lo que yo soy y así no tengas que pasar necesidades.
Con un portazo, salió de la casa sin despedirse de nadie, la Madre solo suspiró con tono afligido. La pequeña niña ajena a todo por su edad, solo jugueteaba con los pedazos de comida esparcidos sobre la mesa. El joven con la cabeza doblada miraba el plato de comida sin atreverse a decir nada más, en ese momento sintió una cálida sensación sobre sus hombros.
- No te pongas triste, ya sabes cómo es tu Padre, solo está cansado. Las cosas en la mina no van bien…- Una sonrisa iluminó la cara del niño - entiéndelo.
- Si Mamá-
El joven terminó su desayuno con rapidez y salió corriendo por las polvorientas y rojizas calles. El pueblo comenzaba funcionar, las puertas de los negocios estaban abriéndose, algunos barrían el frente de sus locales, tratando infructuosamente de quitar el sempiterno polvo que se levantaba con los fuertes vientos que azotaban al pueblo. Es por eso que hace tiempo dejaron de construir con materiales tradicionales, y prácticamente las construían con grandes trozos de piedra para una mejor protección. Los viajeros que van de paso, ven desde lejos un conjunto de monolitos de piedra antes de percatarse que es un asentamiento.
Mientras corría, el muchacho esquivaba con agilidad a los transeúntes que en ese momento caminaban por la calle. Aguzando la mirada vio un grupo de jóvenes, eran sus amigos. Acelerando el paso avanzó para encontrarse con ellos.
Buen día…- Saludó levantando la mano. – Un genérico “hola” se escuchó en coro.
- … pues yo no termine mis deberes de ayer, estoy pensando en no ir a clase hoy. ¿Qué es lo peor que puede pasar?
- Que te muela a palos el profesor – le contestó uno.
-Ya sea el profesor o mi Papá, igual lo van a hacer, entonces porque no dejarlo para lo más tarde posible.
- Saben… - tercio el joven – ayer vi algo extraño en la noche.
- ¿Y ahora qué? Preguntó el que tenía ganas de evadirse del estudio.
- Una luz muy brillante, pero diferente a las demás y se movía muy rápido.
- Tú y las luces… deja de pensar en esas cosas. Cuando salgas de la escuela vas a terminar comiendo tierra como tu Papá en las minas.
Las crueles carcajadas inundaron al grupo, y mientras los demás aceleraban el paso para llegar a su destino, el joven ahora caminaba con lentitud arrastrando los pies en la tierra.
Esa noche al igual que la anterior estaba muy despejada, el joven se encontraba en su puesto de cerca a la ventana mirando optimista al cielo, buscando aquella fugaz luz de la noche anterior y su paciencia fue recompensada aunque muy tarde. Igual se movía que la ocasión anterior pero algo más lento, entonces pudo ponerle muchas más atención al fenómeno que estaba observando. En un momento vio como con un destello fugaz, una segunda y más pequeña luz se desprendía de la primera que seguía su acostumbrado rumbo. Esa nueva luz siguió un curso diferente y al rato pareció extinguirse cuando llegó a las montañas. Esperó largo rato pero ya no pasó nada más. Cansado y con frío se durmió.
Durante muchas noches más siguió mirando al cielo pero las luces que esperaba con ansias ya no se presentaban en el cielo nocturno, cada vez se sentía más abatido.
Una mañana que caminaba a la escuela, vio como la gente armaba corrillos y chismorreaba intensamente sobre algún extraño suceso. Curioso, se acercó aun un grupo a prestar atención.
- … el viejo de la colina dice que vio una luz que cayó del cielo…
- … los de la mina dicen que encontraron el suelo como si estuviera quemado… -
- … mi primo vio unas extrañas huellas en la arena, no es nada que conociera…-
- … hace un par de noches vi algo extraño, se movía pero no supe que era… -
Siguió andando pensativo por lo que acababa de escuchar. Y si de lo que hablaban era la luz que el vio hace varias noches y de la cual nadie le hizo caso. Con renovados ánimos sobre el tema, esperaba con ansias a que anocheciera.
Ya muy tarde, el joven sentado en su puesto miraba al cielo, pero en esta ocasión el pueblo aun bullía de actividad. Las ventanas que días antes a esa hora estaban apagadas desprendían una amarillenta luz, la gente que en grupos hablaban y compartían sus teorías de lo que estaba pasando mientras miraban al cielo. Mucho tiempo pasó así y nada indicaba que la luz misteriosa volviera a aparecer o saliera una explicación plausible a que lo muchos creían haber visto.
Ya algunos se estaban retirando a sus hogares, y el mismo joven ya cansado esperaba unos últimos minutos antes de ir a su cama cuando la gran luz apareció en el cielo. Esta vez en lugar de pasar fugazmente permanecía quieta y se hacía cada vez más intensa, después de unos segundos notó que aumentaba de tamaño. Rápidamente y haciendo bastante barullo, salió a la calle.
- ¿Que es tanto escándalo…? - grito el Padre
-La luz… volvió la luz - gritaba el joven mientras salía con rapidez. Pronto sus padres lo alcanzaron afuera en la mitad de la calle donde había mucha gente. El Padre malhumorado por no saber qué pasaba, y más que todo por haberle interrumpido su descanso miró hacia arriba donde todos miraban y de un momento a otro quedó tan sorprendido como los demás.
Asustada, la gente corría para esconderse de lo que fuera esa luz, que se hacía cada vez más grande, pero no allá lejos en la negrura de la noche, se estaba acercando y a la vez producía un ensordecedor ruido que nunca se había escuchado antes. También se percataron que se propagaba un olor fuerte que no se podía determinar lo que era, pero sin duda se estaba quemando algo. La luz era cegadora y el ruido era tan atronador que dolía. Un viento muy fuerte levantó tierra y piedrecillas mientras la luz descendía y tocaba la superficie, el estruendo terminó convirtiéndose en un ruido leve que después de un rato se silenció.
Una espesa bruma se extendió por todas las calles, y del centro de ella, poco a poco se iba revelando la figura de un objeto gigantesco. Aterrado como nunca antes lo estuvo en su vida, el joven salió de detrás de un muro donde se habían resguardado anteriormente, para ver de cerca lo que había traído la luz. La mano de su Padre trató de detenerlo pero no lo alcanzó y solo agarró el aire.
En la mitad de la calle, al joven la bruma le llegaba hasta las rodillas y por esta un brillo metálico ya se entreveía. Un aparato de grandes dimensiones, casi tan grande como las colinas de cerca de su casa estaba quieto en medio de la calle, parado en seis delgadas patas. El suelo a su alrededor estaba quemado y solo se oía el silbar del aire como cuando sopla por entre los respiraderos de las minas.
Luces intermitentes se veían por todo el aparato y otros varios elementos surgían de portezuelas que se abrían al azar en la estructura, luego se detuvieron y entraron al cuerpo principal de aquella cosa, y de nuevo reinó el silencio por unos segundos. Instantes después, se escuchó un fuerte rumor y lo que parecía una puerta se abrió. Ante esta nueva sorpresa, y haciendo suma de valor; el Padre salió como un rayo y tomando a su hijo del brazo lo alejó de aquella cosa a la que se acercaba con la mano extendida.
De la puerta que acababa de abrirse una extraña figura con una gran cabeza redonda y brillante y respiración mecánica se asomó al borde y miró a todos lados. Dudoso, dio un primer paso por la plataforma, y luego de esperar un momento camino con más seguridad hasta que posó un pie en la arena y levantando la mirada al cielo dijo.
- Houston, aquí el Intrepid 7… ¡La humanidad ha llegado a Marte!
Hdo-SS