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Una sola figura se encontraba en medio de un espacio sin forma, lleno de luz blanca brillante que parecía transparentar su piel. Sus brazos se extendían y su cabeza estaba recostada viendo hacia arriba. Súbitamente la luz se apagó y solo quedo la oscuridad. Una voz se escuchó
- Es tiempo
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El equipo de salida había bajado de la lanzadera y caminaba por el desierto de Tyree. Marla Miranda llevaba un tricorder en su mano y buscaba un rastro al que asirse. Michelle Noxos caminaba a su lado cubriéndose la nariz con su capa intentando no respirar el polvo que se levantaba por la suave brisa que los enfrentaba. Yvette y Pierre caminaban juntos en medio del grupo. Por más que insistieron el capitán no había permitido que Rene y Maurice bajaran, era una situación inesperada. Cerraban la marcha El capitán Harriman, el teniente Rogers y Oroth. Habían tenido que bajar en lanzadera porque el transportador no podía fijar nada en Tyree, sus partículas se habrían dispersado como la arena que cubría el planeta. Por un momento la idea de que cada grano de arena era una pequeña partícula de una persona cruzo por la mente de Harriman y se preguntó ¿cuántos humanoides se requerirían para hacer tanta arena? Sin darse cuenta sus ojos se fijaron en la espalda de Marla, ni siquiera su uniforme de desierto era capaz de borrar sus suaves curvas, sus caderas se contoneaban con cada paso y se daba cuenta de cómo sus hombros bailaban suavemente al ritmo de su caminar, sonrió como un adolescente y casi de inmediato el recuerdo de Demora Sulu llegó a su mente.
El día después de la misión donde casi muere fue a la enfermería para tomar sus manos mientras estaba aún inconsciente, lloró junto a ella y el único testigo, el doctor Shong, le dio su silencio complice como el mejor regalo de lealtad que recibiría Harriman en su vida. Demora finalmente despertó y se recuperó, pero cuando fue en busca de Harriman este había construido una barrera infranqueable que terminó por alejar a Demora quien prefirió irse antes de ver su carrera truncada por el amor incontenible de un hombre que temía que sus decisiones le costaran la vida. Demora se fue sin despedirse y el único recuerdo que dejó fue una abolladura en el casco de la nave que Harriman se negó a reparar. Ahora la abolladura no estaba y al parecer las grietas de su corazón habían dejado entrar a Marla, sentía que su historia se repetía, se condenaba a la soledad del capitán de la Enterprise, una especie de mito espacial que pesaba sobre quien se sentaba en esa silla, era mejor estar solo que enviar a la mujer que amas a una muerte probable. Se preguntó si algún día un capitán de la Enterprise sería responsable de la muerte de su esposa y le dolió tanto que se esforzó en continuar su caminata hacia ninguna parte.
Habían caminado un par de horas cuando divisaron unas salientes rocosas y decidieron acercarse para tumbarse un rato en la sombra, diez minutos después llegaban al borde de un corto precipicio que parecía una pared salida de la nada. Rogers y Oroth decidieron rodearlo para ver que había al otro lado y desaparecieron por el borde izquierdo. Los demás se sentaron a la sombra y empezaron a beber su ración de agua.
- Capitán, esto es una locura, estamos caminando por el medio de un desierto rumbo a ningún lado esperando una señal, ¿Qué sentido tiene eso?
- Ojalá lo supiera Michelle, pero dígame, ¿No siente usted el impulso de hacerlo?
Ella asintió con gravedad.
- Pierre, ¿cómo se siente?
- Cansado capitán, pero la expectativa me mantiene alerta, creo que Yvette está un poco más cansada, ¿no es así?
Nadie respondió, el agotamiento debió haber vencido a la mujer que no estaba acostumbrada a este tipo de ejercicios, pero cuando Pierre se giró para verla no la encontró.
- ¡Yvette no está!
Todos se pusieron en pie de un salto.
- Papá, ¿estás seguro que Yvette se sentó a tu lado?
- Completamente, yo la ayudé a recostarse.
- ¿Puede haberse ido con Oroth y Rogers?
- Es posible pero no recuerdo haber visto tres personas partir.
De pronto las agitadas voces de Rogers y Oroth se escucharon por la derecha.
- Capitán, hay una escalera del otro lado, es una escalera que lleva a la cima de estas rocas.
- ¿Yvette Picard está con ustedes?
- No capitán, la dejamos aquí al partir.
Yvette había desaparecido y los equipos electrónicos no permitían localizar a nadie a más de 3 metros.
- Marla, ¿podemos buscar rastros de por donde se fue?
- Lo intento capitán pero la interferencia es muy fuerte.
- Subiré a las rocas, es posible que desde allí pueda ver su rastro o verla en la distancia.
- Iremos con usted.
- Si pueden igualar mi paso, Oroth, encárguese de Pierre.
Harriman corrió alrededor de las rocas hasta encontrar la empinada escalera que conducía a la cima y empezó a trepar con paso ágil. No eran muy altas, quizá unos 100 metros nada más, pero se le hacían kilómetros por lo que tardaba, su equipo lo seguía pero iban quedándose rezagados rápidamente, para cuando le faltaban 10 metros de subida ya no los escuchaba.
Cuando llegó a la cima se encontró con una planicie casi totalmente lisa que claramente no podía ser natural, en el centro de esta se encontraba una especie de altar, y en el altar, para su sorpresa, vio dos figuras de pie, una con uniforme federal y una mujer. Corrió al centro de la planicie antes de darse cuenta de que las dos personas estaban una frente a la otra en una muda contemplación inmóvil que parecía no terminar. Cuando estuvo muy cerca se dio cuenta que sus ojos estaban cerrados. ¡Eran T'rel e Yvette Picard!
Se detuvo a contemplar la escena sin comprender que estaba pasando, solo cuando estuvieron al alcance de su mano los ojos de T'rel se abrieron.
- Capitán John Harriman – dijo una voz que no podría haber sido humana.
- Capitán T'rel
- No soy el capitán T'rel, pero mi nombre no es para sus oídos. Debe decidir de qué lado se inclinará la balanza.
Harriman pudo observar como un vivido color rojo se asomaba por los ojos de T'rel cuyo cuerpo parecía estar brillando en un leve tono rojizo. Volteo para ver a Yvette Picard y observo como esta lo observaba con profundos ojos de brillo azul mientras su cuerpo resplandecía con un suave brillo celeste.
- Es hora de que decida a qué lado se inclinará la balanza capitán – dijo otra voz sobre humana que salía de la boca de Yvette.
- ¡No sé qué tengo que decidir! – gritó Harriman para hacerse oír sobre el rugido del viento que acababa de empezar a soplar con fuerza.
Ambos extendieron una mano hacia Harriman.
- ¿Qué pasa si toco sus manos? - preguntó
- Entenderá nuestros puntos de vista – dijo la mujer.
- ¿Pero eso no es desequilibrar la balanza?
- Solo el conocimiento puede decidir a qué lado se inclinará la balanza.
Harriman estiro ambas manos para tocarlas al tiempo.
- No capitán, primero una y luego la otra – dijo el vulcano.
Harriman estiro su mano hacia Yvette decidido a tocarla, pero noto una sonrisa en el rostro de T'rel así que decidió tomar su mano primero.
Estaba en un campo de batalla cubierto de gente muerta, vio a lo lejos como los cadáveres eran recogidos por seres mecánicos que los apilaban sobre planchas antigravitacionales y se los llevaban. Se acercó a uno de ellos y trato de hablarles pero ningún sonido salió de su garganta. Los veía trabajar mecánicamente pero sin duda era humanoides, se acercó a la plancha más cercana y vio el cuerpo de Demora Sulu tirado sin vida sobre una pila de cadáveres. Quiso gritar pero su voz no respondió, corrió en la otra dirección y de pronto todos desaparecieron y en ese campo apareció un monumento de un hombre que debía ser muy importante, se acercó para verlo y encontró una placa.
“Irino Valente, el general de la reconstrucción. Tras la caída de 2367, las fuerzas diezmadas de la Federación unida de planetas se vieron en la necesidad de buscar nuevas estrategias de sobrevivencia. El general Valente permitió que en tan solo 30 años se reconstruyera un imperio más sabio, más fuerte y dejó atrás la abrumadora realidad de la nobleza y la diplomacia que había llevado a la primera Federación Unida de Planetas al fracaso. Su incapacidad de reconocer un enemigo a tiempo había sido el mayor error de una organización extendida por media galaxia. Irino Valente le enseño el poder del fuego a una maquinaria lenta y benévola. Bajo su mando la Nueva Federación se convirtió en la potencia más grande de la galaxia a costo de muchas vidas, vidas que sirvieron de cimientos para las generaciones futuras”
Un nuevo salto, esta vez se encontraba en un lugar diferente, se veía próspero y en crecimiento, su gente se veía feliz, segura, confiada. Por una calle aledaña vio pasar un desfile militar que era vitoreado por las multitudes. El pueblo era feliz. Camino hacia la multitud y pudo ver que se acercaba una escuadra militar encabezada por él mismo, escuchaba los gritos de las personas llenas de alegría que se tornaban en abucheos en cuanto el capitán que desfilaba llegaba hasta ellos. A ese Harriman parecía no importarle, le abucheaban, le gritaban, le reclamaban. Trato de volver a la primera calle pero no la encontró, solo pudo ver la cara de T'rel carcajeándose mientras él se encogía en el suelo llorando.
Soltó la mano de T'rel, sacudió la cabeza y dudo antes de tomar la mano de Yvette Picard. No entendía que había visto, ¿era una premonición? Quizás era solamente un mensaje críptico, ¿quería esto decir que la federación estaba en peligro o era una metáfora de su propia vida?, ¿Cómo iba a saber hacia dónde se inclinaba la balanza?
Dubitativo tomo la mano de Yvette Picard.
Estaba en el puente de una nave. La nave había sufrido severos daños, no estaba seguro que fuera una nave federal pero se parecía mucho, algunas cosas se veían muy avanzadas. La pantalla mostraba fragmentos de naves dispersos por el espacio, algunos aun en ardiendo en el vacío espacial. Un cuerpo sin vida cruzó la pantalla y solo entonces se dio cuenta de los muchos cuerpos que flotaban en el espacio. Una nave se veía a lo lejos, brillaba en tonos verdes que contrastaban con las explosiones de los torpedos que disparaban otras naves federales cuyo diseño nunca había visto. Esto no parecía hacerle ningún daño a la nave que parecía tener forma de cubo. Se acercó al timón y retiro al timonel muerto para sentarse e intentar acercar la nave a la batalla para tener una mejor visión pero sus motores estaban muertos. Se movía a la deriva.
Se levantó de la silla y de pronto estuvo en una planicie verde, una pequeña casa se alzaba en el fondo junto a un frondoso árbol de un fruto que no reconoció. Un hombre de color se encontraba sentado en la puerta con un costal frente. Camino hacia él, quería ver su rostro. El hombre se dio cuenta y levanto la cabeza para sonreír. Le invitó a pasar sin decir una palabra. Harriman caminó hacia la casa y entró. Al pasar por el umbral ya no estaba en la casa del hombre, estaba en la sala donde se celebró su consejo de guerra, pero estaba completamente decorada con flores blancas y una mujer con velo lo esperaba frente al estrado.
Harriman se detuvo y el hombre de color le palmeo la espalda para indicarle que debía seguir, al llegar al frente la mujer lo tomo de las manos, el levantó su velo y descubrió el rostro de Marla Miranda que le sonreía.
Soltó la mano de Yvette Picard con furia.
- ¿Que clase juego es este?, ¡es imposible que eso sea conocimiento!, ¡es imposible que con esos juegos de imágenes yo pueda tomar una decisión!
- La decisión es difícil, pero debe ser tomada – dijeron ambos en coro.
Harriman no se había dado cuenta pero mientras estaba en sus ensueños el grupo había llegado a la cima y se encontraban tras el sin decir una sola palabra.
- John Harriman, debes escoger a qué lado se inclina la balanza. El tiempo ha llegado – Dijo el vulcano
- No, ¿Por qué yo?
- Es necesario que sea alguien que entienda que el sufrimiento no es tu enemigo. Es necesario que sea alguien que es capaz de entender que el dolor puede ser el mayor regalo que alguien pueda recibir – dijo la mujer.
- ¡Estoy cansado del dolor maldita sea!, ¡Estoy cansado de tener que escoger entre mis sueños y los de los demás!, ¡No es justo que me hagan elegir sin darme argumentos!
- Y sin embargo es todo lo que tendrás John Harriman.
Se puso las manos en la cabeza con desesperación.
- ¡Entonces escojo a Marla!, ¡Siempre la escogeré a ella!, ¡No importa el riesgo, no importa el dolor, ella representa el futuro, la esperanza, la vida y eso es lo que vale la pena!, ¡Si ella estaba en esa visión nada más importa porque ella es la que le da sentido a todo!, ¡Al demonio Irino Valente y su estado militar!, ¡al demonio las muertes!
Cayó de rodillas llorando. El grupo pudo ver dos nubes que salían de los cuerpos de T'rel e Yvette. Una azul y una roja, ambas se unieron para formar una especie de portal alrededor del altar donde apareció la sonda que estaba en la Enterprise, solo que esta vez era claro que había una compuerta en ella.
Harriman se puso de pie y del portal salió una hermosa mujer de color rodeada por un brillo ambarino que tendió la mano a Marla Miranda indicándole que se acercara.
- John Harriman, has escogido con el corazón, has decidido que tu dolor no es quien te guía y eso es lo que necesitábamos saber. El dolor o la esperanza, ambos construyen de diferentes maneras y era necesario saber cuál futuro buscar. Escogiste la esperanza en esta hermosa mujer, escogiste vivir para experimentar, no vivir para evitar. Esa fue la elección que nos diste.
Con un gesto hizo que Yvette Picard se levantara y se acercó a ella.
- Realmente el tiempo de la concepción ha llegado Yvette, el tiempo de tu concepción. Fue tu esperanza la que guió a uno de mis hermanos a ti, así como fue la inflexibilidad la que guió a otro de mis hermanos a el – señalo a T'rel que se levantaba lentamente – Ahora debes terminar tu tarea – posó su mano sobre el vientre de Yvette Picard y sonrió.
Extendió su otra mano hacia Harriman mientras sostenía la mano de Marla, el capitán se levantó y la tomo. Ella los llevó hacia la sonda y abrió la compuerta, saco una esfera de material brillante y se la entregó a ambos.
- Este es el Orb del Emisario – dijo con solemnidad – en este orb descansaré hasta que mi pueblo me necesite, solo ustedes sabrán donde se encuentra y así como ustedes han viajado hasta mi hoy, algún día mi hijo me encontrará y entonces regresará la esperanza.
Se hizo humo y se unió al orb que brillo con más intensidad. Una caja salió de la sonda y envolvió al Orb del Emisario para luego cerrarse en espera de que algún día Benjamin Sisko llegara a buscarlo.
FIN
EPILOGO
13 de Julio de 2305
Yvette Picard se encuentra tendida en una cama de hospital sosteniendo un hermoso niño en sus brazos mientras Maurice y Robert la miran a través de la ventana, ella lo besa con ternura en la cabeza y lo aprieta contra su pecho con fuerza agradeciendo a la extraña mujer que había conocido en Tyree, no se daba cuenta que mientras tanto los profetas la observaban con atención.
- Es una mujer fuerte después de todo.
- Se necesitará mucha fuerza cuando Bajor caiga en el dominio de los Cardassianos.
- Ya tenemos un plan para eso.
- Es necesario.
- Si los bajoranos no aprenden del sufrimiento y del dolor, jamás encontraran la paz.
- Este niño va a sufrir.
- Es necesario también, perder su humanidad lo hará más humano.
- Y es necesario que el emisario aprenda del dolor de la perdida para forjar un carácter férreo.
La habitación desapareció, ahora los profetas estaban de pie en el puente de una nave federal, la USS Saratoga. Un cubo borg se veía en la pantalla, de pronto apareció la imagen de Jean Luc Picard/Locutus of Borg.
- Bajen sus escudos y rindan su nave – decía un coro de voces - sus características biológicas y tecnológicas serán agregadas a las nuestras, serán asimilados. La resistencia es fútil.
Benjamin Sisko estaba en la silla de mando y se puso de pie con la entrada del capitán. Los profetas lo observaron con intensidad.
- Existirá aquí.
- Se negará a abandonar su dolor.
- Si no lo hace es posible que el juego ya esté decidido.
La escena cambió una vez más, esta vez Benjamin Sisko se encontraba de pie junto a Kai Opaka quien le sostenía la oreja.
- No encontrará el templo celestial para los bajoranos – decía Kai Opaca – lo encontrará para usted mismo.
Las figuras se giraron dejando los rostros descubiertos para mostrar las caras de Jhonatan Archer, Cristopher Pike, Philippa Georgiu, James Tiberius Kirk, John Harriman, Rachel Garret y Kathryn Janeway, siete capitanes que representaban los mayores valores de la Federación: La curiosidad, el valor, la serenidad, la osadía, la resiliencia, el sacrificio y la constancia. Sobre esos valores deberían construir su nuevo imperio.
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