Harriman estaba cansado de ser lanzado de un lado a otro
como una pelota de squash, sentía que había perdido control de su vida desde
que había dejado el Enterprise en la estación Marte y no sabía bien el por qué.
Estaba recostado en la cama que muy amablemente habían preparado los Picard
para él pero el sueño le rehuía, demasiadas cosas rondaban por su cabeza como
para conciliar el sueño. Había decidido que debían quedarse en el chateau
aquella noche, sentía que no podía dejar a los Picard solos, como si fueran su responsabilidad,
como si alguien le hubiera asignado la labor de custodio tras la partida del
extraño hombre de negro.
¿Y si Pierre tenía razón?, ¿Podría ser que estuvieran en
medio de una predicción?, no lo creía, pero lo horrible era que no podía estar
seguro, su propio instinto le sugería que algo no estaba bien. Cansado de dar
vueltas en la cama se paró en la ventana para ver la trinidad estelar que había
predicho el libro de Pierre. Ahí, en el cielo estrellado estaban las tres
estrellas ascendiendo lentamente con la estrella mortecina en su centro que
casi no podía verse. Mientras miraba esa estrella se dio cuenta de algo que
había pasado por alto completamente, ¿Cómo podía haber sido tan ciego?
Salió precipitadamente de la habitación y tocó con la máxima
cautela de la que fue posible la puerta de Pierre Miranda. Su primer llamado no
fue respondido así que insistió, finalmente escuchó unos pasos titubeantes en
la oscuridad y tras confirmar su identidad la puerta se abrió.
- Señor
Miranda, necesito ver su libro.
- Por supuesto
Capitán, siga usted.
Solo al entrar se dio cuenta que la señora Miranda también
estaba en la habitación y con torpeza se disculpó por su indiscreción mientras
Pierre le alcanzaba el libro que había puesto en su mesita de noche.
- Señor
Miranda, ¿dónde fue editado este libro?
- Lamentablemente es un dato que no poseo capitán, ni ese ni su autor. Al
parecer este libro es muy antiguo y no se conserva dicha información.
- Creo que eso
es muy conveniente, sin embargo este libro solo tiene sentido en un planeta de
la galaxia, eso quiere decir que fue editado en La Tierra, o bien que quien lo
escribió conocía el cielo de este planeta. ¿Esas diez historias donde ocurren?
- Pues en
varios sistemas estelares capitán – Pierre pensó un poco antes de continuar –
Calondia, Véloz, Bre’el y Juhraya, sistemas lejanos del núcleo federal.
Harriman supo entonces lo que debía hacer, ya había sido
suficiente tiempo de estar en un solo lugar, él no era un oficial de tierra,
era un oficial del espacio y sabía que estaba fuera de su elemento, eso era lo
que sentía extraño, sin la computadora del Enterprise estaba ciego, sordo y
mudo. Con el libro en la mano supo que no había ni un minuto que perder, debían
regresar a la nave cuanto antes, un capitán sin su tripulación era un ente
incompleto y parecía haberlo olvidado momentáneamente.
- Pierre,
¿Quiere dar un paseo conmigo?
Pierre parecía confundido, su mirada se posaba indecisa en
los ojos del capitán como si no entendiera.
- Estas no son
horas de ir a ningún lado capitán.
- Vaya que sí
lo son, es hora de ir a buscar su estrella pálida, y creo que se cómo puede
encontrarse, pero no podremos hacerlo aquí.
Inconscientemente había alzado la voz y había despertado a
Marla quien se aproximaba con suma cautela.
- John, perdón,
quiero decir, Capitán – se interrumpió algo apenada con los cachetes de un rosa
encarnado que le daban un aire angelical - ¿Qué va a pasar con los Picard? No
podemos saber si van a volver a atacarlos.
Harriman había girado al escuchar a Marla, sus ojos se
habían encontrado justo cuando ella se disculpaba por la confianza excesiva,
sin embargo en sus ojos no se dibujaba ni una sombra de enojo, su corazón saltó
en su pecho al percibirla sin que pudiera hacer nada para evitarlo, sintió como
su cara se ponía roja y como se le aceleraba el pulso.
- Creo que
tendremos que tú y yo – titubeo - es decir, nosotros – hizo un gesto abarcando
a todos los presentes - tendremos que llevárnoslos
Unos minutos más tarde estaban todos reunidos en la sala una
vez más con caras adormiladas. Al escuchar la propuesta del Capitán Maurice se
había mostrado muy reticente.
- Lo siento,
ningún Picard ha salido del sistema solar jamás y no pienso ser el primero,
Yvette díselos.
La señora Picard guardaba respetuoso silencio pero no
confirmaba la idea de su marido, parecía que algo le mortificaba profundamente,
como si se debatiera en su interior entre dos fuerzas superiores a sí misma.
- Mire capitán,
de verdad le agradezco toda su ayuda pero creo que hasta aquí vamos a llegar,
todo esto es muy raro pero confío en que su oportuna intervención ha sido
suficiente para solventar este problema.
- Maurice, no
es momento de tus obstinaciones, en realidad no sabemos si corren peligro
- Pierre,
mírame, soy un fabricante de vinos, no voy a cambiar la historia, lo peor que
puede pasarme es que no logre sacar mi siguiente cosecha adelante, uno o dos
amantes del vino se resentirían pero ninguno va a venir a matarme.
La acalorada discusión seguía entre los hombres hasta que se
escuchó la aguda pero calmada voz de Yvette Picard.
- Yo realmente
no soy una Picard, de modo que si yo salgo del planeta tu regla no se rompería,
además creo que es a mi quien buscaban – metió la mano en su bolsillo y apretó
algo con tanta fuerza que se percibió la tensión en su brazo – Sin embargo aún
tengo una duda.
Se acercó al capitán y tomó una de sus manos.
- John, hace
tiempo que siento que algo me falta. Maurice me ha dado una vida feliz, tenemos
a Robert que es lo más hermoso que nos ha pasado. Vivimos una vida plena y
calmada llena de paz y armonía, una existencia cuya felicidad solo se ve
empañada por…
- Yvette, no es
necesario, superaremos eso juntos.
- ¡No! Quiero
terminar. Capitán, hace un par de años, cuando era Robert muy pequeño creí que
iba a morir, tuve un raro síndrome que me llevo a la cama durante un par de
meses. Durante ese tiempo mi conciencia iba y venía irregularmente hasta el
punto de que no lograba saber cuándo estaba soñando y cuando estaba despierta.
Me vi a mí misma sosteniendo un bebe mientras Maurice y Robert me veían desde
la ventana de un hospital – su voz se quebró – ¡era un bebe hermoso!, al
despertar ese recuerdo era tan vívido que me costaba creer que no existía ese
niño, incluso pregunté por el en los lapsos de conciencia que tuve, cuando
finalmente me recuperé le hable a Maurice de mis sueños y del deseo que tenía
de que fuera realidad, intentamos sin éxito concebir y finalmente hace un año me
dijeron que la enfermedad había destruido mis óvulos y con ellos cualquier
esperanza de ver nacer ese niño.
Los sollozos de Yvette Picard llenaron la habitación
mientras Maurice la abrazaba con fuerza, un poco más allá Rene, compungida, se
recostaba en el pecho de Pierre mientras Oroth y Marla se tomaban de la mano en
silencio.
- Yvy, ya sabes
que fue un sueño, ha sido una perdida muy grande y es comprensible que estés
tan triste, pero que tiene que ver eso con las locuras que hemos pasado desde ayer.
Casi histérica se separó de su marido y lo encaró.
- No lo
entiendes Maurice, ¿y si el tiempo de la concepción del que hablan es el tiempo
de MI CONCEPCION?
Un pesado silencio lleno la sala.
*****
Cinco figuras esbeltas se encontraron alrededor de una
fuente en medio de la noche.
- Harriman ha
descubierto la clave
- Es posible
que la mujer humana sea débil.
- Si es así,
debemos confiar en la fortaleza de Harriman.
- Pones mucha
fe en un humano.
- Quizá, pero
no tenemos otra opción
Los cinco giraron al tiempo como en una silenciosa
coreografía y justo cuando sus rostros iban a revelarse un destello cruzo la
escena.
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