sábado, 1 de septiembre de 2018

Retorno al Puente - Capítulo 12 - El camino


Llevaban 12 días en el espacio. Había costado algunos favores pero finalmente Harriman había conseguido que el Enterprise estuviera listo antes de tiempo, habían limpiado las cubiertas, repararon una abolladura del casco que llevaba allí desde los tiempos de Demora Sulu, cambiaron la silla del capitán, cosa que personalmente no le gustaba en absoluto, habían dejado la nave lista para el servicio y según el informe que le habían enviado mejoraron la matriz de reconversión de dilitio y le pusieron algunos juguetes nuevos, que por suerte esta vez no llegarían el martes.

Habían tenido un viaje sin contratiempos, la nave funcionaba como un reloj y la tripulación se sentía cómoda bajo el mando de Harriman que había recuperado su seguridad y dominio, allí él era el dueño de la situación, sus jefes de departamento mantenían sus áreas en operación sin que él tuviera que inquietarse y los reportes llegaban a su consola con la precisión de un reloj. Tras haber visitado la armería para comprobar que las nuevas armas eran las más eficientes de la flota se dirigió al puente, según los análisis adelantados en ciencias el sol con poco brillo no estaba identificado en ninguna carta astronómica que conocieran, esto era muy extraño dado que  pesar de nunca haberlo visitado era una estrella claramente identificable en el cielo, así no fuera el cielo de la tierra, el planeta no estaba en las cartas de ninguna de las potencias aliadas a la federación, simplemente era como si no existiera. La teniente Miranda había calculado la posición más probable del planeta y según los estimados les faltaban aun dos días de viaje para llegar al punto exacto donde iniciarían las pesquisas. Pensar en Marla le hizo ensombrecer, durante un par de días había disfrutado de su compañía como nada más que dos seres humanos, sin el peso de las insignias, sin las obligaciones establecidas por el rango, sin la responsabilidad de saber que su vida y la de toda la tripulación estaba en sus manos, casi deseo no ser capitán para poder simplemente hablarle a Marla como le hubiera hablado cualquier hombre, deseo poder decirle que su sonrisa era como un collar de perlas y que el sonido de su risa le parecía el más hermoso que podría escuchar un ser humano, como si ella fuera una sirena y el un simple marinero que gustoso daría su vida por oírla cada día hasta que simplemente sus sentidos se apagaran y aun así se apagarían dejando una sonrisa en sus labios por haber podido cumplir el más anhelado deseo de cualquier mortal, compartir la felicidad con una diosa. Sacudió la cabeza con fuerza como tratando de eliminar de un golpe todos sus pensamientos, pero no logro hacerlo del todo, para cuando el turbo ascensor se abrió en el puente su compostura había vuelto al menos en apariencia y pudo entrar con paso decidido.

Reporte

 -Todo en orden capitán, la nave funciona dentro de parámetros normales.

Harriman asintió y se dirigió a la estación de ingeniería sin un motivo en concreto, solía pasear por el puente en ocasiones como esta. Ingeniería estaba en orden, los motores ronroneaban a warp 8.5 desde que salieron del sistema solar, realmente los reconversores de dilitio eran en realidad una joya, tendría que asegurarse de ponerlo en su reporte de ingeniería mensual. Caminó hasta su silla y se sentó en ella con la mirada fija en la pantalla que mostraba líneas que se alargaban mientras la nave avanzaba rumbo a su desconocido destino, era una imagen hipnótica que nunca se cansaba de ver. La puerta del turbo ascensor se abrió. El capitán se giró para ver al recién llegado y se sorprendió al ver a Yvette Picard en la puerta, iba sola y parecía muy preocupada, tímidamente se acercó a Harriman.

Capitán, hay algo que me inquieta.

¿Cómo puedo ayudarle señora Picard?

En realidad, no lo sé, pero usted podría ayudarme a averiguarlo.


Abrió la mano para dejarle ver el cristal que le habían entregado en La tierra, Harriman lo recordaba más opaco, ahora parecía refulgir con luz propia.

En un principio dudaba, pero ahora estoy segura, el cristal ha desarrollado un brillo más fuerte.

Puedo verlo, en realidad es extraño.

Pero eso no es todo, hay algo más, el cristal – dudo un momento – no sé cómo decirlo, simplemente Maurice no ha podido tocarlo, cuando decidí que era más brillante intentó tocarlo pero simplemente no pudo acercar su mano a él lo suficiente, como si algo lo detuviera cada vez, sin embargo yo puedo tocarlo sin ningún problema.

¿Puedo intentarlo yo?

Si capitán, por supuesto.


Harriman aproximó su mano lentamente a la mano de Yvette esperando que de alguna manera se diera cuenta de que el cristal en realidad lo repelía pero no sintió nada, sus dedos se aproximaban inexorablemente al borde del pequeño cristal y mientras lo hacía percibía un intenso brillo azul que salía de él. Llegó un momento en que estuvo tan cerca que creyó haber tocado el cristal pero cuando levantó la vista el puente del Enterprise había cambiado, ya no estaban sus oficiales, estaba solo en el puente, absolutamente solo.

Se levantó de la silla con sorpresa y dio una vuelta en redondo buscando a sus oficiales, pero ninguno estaba, sin embargo todo estaba igual, incluida la pantalla donde se veían aun las líneas que se alargaban mientras la nave avanzaba, no, un momento, no era exactamente igual. En el centro de la pantalla se veía un punto de luz muy tenue que no se movía, siempre estaba en el centro. Dio un paso hacia la consola del navegante y sintió una voz.

John Harriman, Capitán del Enterprise.

Asustado se giró pero no vio a nadie, la voz continuó.

El dueño de la mayor deshonra de la federación, el hombre que desea lavar sus errores, el aspirante más joven a presidente de la federación, el político, el diplomático, el héroe que no puede vivir en paz, diez años su conciencia lo ha torturado por una muerte que jamás fue su culpa, diez años para expiar un pecado que no cometió.

Súbitamente el puente se llenó de oficiales, los conocía a todos, todos eran sus hombres, mucho más jóvenes pero eran sus hombres, casi se cae de espaldas cuando reconoció a su timonel. Demora Sulu estaba sentada en la consola del timón viéndolo y sonriendo.

Capitán, siempre puede cambiar de rumbo. Mire.


Demora presionó algunos botones y la nave se detuvo, poco a poco las líneas se convirtieron en puntos pero aun en el centro se encontraba la pálida estrella.

Este no es su viaje, esta no es su guerra. Su guerra está aquí.


Horrorizado vio como Demora tocaba su pecho, como si simplemente hubiera aparecido a su lado y ahora veía su silla vacía.

No es el viaje lo que importa, ni es el destino, el destino es invariable, la grandeza no elude a los hombres pequeños, simplemente los hombres pequeños le rehúyen a la grandeza. ¿Eres un hombre pequeño John?


Vio en la consola de ciencias a Marla Miranda viéndolo con sumo interés, como si nunca hubiese reparado en su cara.

¿Eres un hombre pequeño John Harriman?


Esa no era la voz de Marla Miranda, era la voz de Yvette Picard. Yvette estaba de pie en la puerta del turboascensor y sabía que eso no podía ser, Marla y Demora nunca habían servido juntas en la nave. Se dio cuenta que todos sus hombres lo veían fijamente desde sus puestos y escucho sus voces en coro preguntándole si era un hombre pequeño, pero esas no eran sus voces, ese coro tenía algo que no era normal, ese coro no tenía ninguna emoción, ese coro era un coro sin alma que ante sus ojos se volvió de un verde brillante mientras las luces del puente se apagaban lentamente para dejar solo sus ojos verdes mirándolo fijamente mientras escuchaba la carcajada de Marla Miranda en sus oídos.

Se levantó de la silla aterrado y todo había vuelto a la normalidad, Yvette Picard lo miraba desconcertada aun con el cristal en su mano pero este ya no tenía el brillo azulado.

¿Qué pasa Capitán?


Giraba a un lado y otro comprobando que sus oficiales estaban allí, se acercó con furia al timón y giro del hombro a su timonel para comprobar que no era Demora Sulu, el timonel lo veía con sorpresa. En la estación de ciencias no estaba Marla Miranda. Que había sido esto, ¿Un sueño?, ¿Había perdido la cordura?

Tomo el cristal de la mano de la señora Picard y este no puso ninguna resistencia, lo tiró al suelo, no sabía por qué lo hacía pero sabía que debía hacerlo y con un sólido golpe del tacón lo aplastó. El cristal hizo un sonido indescriptiblemente fuerte para su tamaño y una nube azul sin forma salió de él y dio una vuelta en el puente como reconociéndolos a todos. Se detuvo ante Harriman brevemente y continúo su camino atravesando la puerta cerrada del turboascensor como si no hubiera nada allí.

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